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lunes, 10 de junio de 2013

Un viaje inolvidable: Atalaya

Para los alumnos aquella semana fue una semana de vacaciones y relajación, en cambio para nosotros fue tiempo de misión.
Atalaya, una increíble experiencia. En este viaje estuvimos a cargo de ser el rol de profesores y llevar el nombre de Dios a los lugares más apartados.
Luego de largos viajes por carros, botes y largas caminatas, llegamos a Diamante un Azul una pequeña comunidad que nos recibió muy bien; la gente de allá fue realmente atenta y amable con nosotros.
Durante esos días de misión, que para mí se hicieron muy cortos, aprendí mucho de las comunidades, me di cuenta que las personas de allá son muy felices con lo que tienen, lo que a nosotros de seguro nos parecería muy poco. Ellos no tienen luz, ni Internet, ni agua potable, ni formas de comunicarse con la civilización ni mucho menos todas las comunidades que nosotros estamos a acostumbrados a tener diariamente.
Para mí, definitivamente la mejor parte fue el compartir con los niños; esos niños no se juzgan entre sí, no quejan de tonterías. Formar una parte en su educación fue todo un honor, muchos de ellos no sabían ni leer ni escribir, y ayudarlos en todo lo que podíamos fue toda una satisfacción. El mejor regalo de todos y el porqué del viaje fue ver esas maravillosas sonrisas en sus rostros, era una felicidad plena la forma en la que alegraban cada vez que le pegabas un sticker en la frente o lo felicitabas por hacer bien el trabajo, siempre pidiendo más formas de aprender, nunca se cansaban, cada uno de ellos me cambiaron la vida y ahora forman gran parte de mi corazón, simplemente maravillosos.
Tuvimos problemas, sí, malas noticias, también, incomodidades, bastantes. Pero conforme pasaba el tiempo se hicieron minúsculas y dejaron de importar. Lo único que importaba era poder darles clases a los niños, jugar con ellos y pasar grandes momentos junto a ellos, poder enseñarles que tenemos un Padre protector que siempre nos protege y nunca abandona, eso era lo importante, y la vez poder aprender de ellos.
El viaje Atalaya realmente me cambió la forma de ver la vida, me hizo ver las cosas de modo diferente, aprender a valorar cosas que antes yo encontraba insignificantes. Poder cumplir esta misión y compartirla con mis compañeros, profesores, el Padre Daniel, el Padre Rosendo, fue realmente un honor.
Agradezco a Dios la por haberme elegido y la oportunidad que me dio de aprender tanto de otros y formar parte de este equipo misionero, de poder viajar hasta allá y vivir todas esas experiencias.

Si tengo la oportunidad de ir otra vez allá, lo aceptaría sin dudarlo. Y como dice el Padre Daniel: La misión continúa.

Nathaly Rojas

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